Es un volumen rectangular envuelto en una piel de bambú que forja un buen aislamiento acústico, térmico y visual como acabado exterior con enormes celosías soportadas en bastidores metálicos plegables que se abren en forma de libro.
El juego de abiertos y cerrados genera un cuerpo vivo y cambiante, un elogio a la luz que se filtra tamizada.
A pesar de la problemática que pueden generar los materiales, así como el enorme coste del jardín vertical que se ejecutó recibió uno de los premios a la excelencia en arquitectura que concede cada año el Royal Institute of British Architects (RIBA). El jurado valoró el edificio por “la fuerza de sus conceptos y la crudeza de su ejecución”.
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